E. Giménez-Salinas

Perder el diálogo

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Antonio Recio Córdova, nou president de l'Audiència de Barcelona

Estaba pensando que el hecho de discutir, hablar o dialogar cuando sabes que el otro no va a cambiar de opinión no solo aparece como un absurdo sino que se está convirtiendo en una práctica extendida. Cuando se pierde la esperanza no de convencer, pero sí de acercarse; no de imponer, pero sí de escuchar; no de ganar, pero sí de sentir, se pierde algo más que un simple debate. Existe un arte, un buen hacer en el hablar, que también debería existir en el caso de escuchar. En este sentido me gustaría recordar tres cosas que han sucedido estos días.

1. Hablar de criterios objetivos resulta siempre difícil cuando se trata de cuestiones que nos afectan profundamente, y nada hay en este caso como la lengua. Así que, sin entrar en un amplio preámbulo a estas alturas ya conocido por todos, me atrevería a decir que será difícil evitar que un catalanoparlante no sienta que su lengua está amenazada y que no comprenda cómo este criterio no es compartido por todos, cuando por otro lado es una verdad empíricamente demostrada. De la misma manera que un castellanoparlante no podrá entender que se restrinja el uso de su lengua en su propio territorio, cuando además resulta ser que la utilizan la mitad de sus habitantes. Y es que aquí se contraponen dos criterios difícilmente armonizables, el de territorio y el de persona.

Más allá de otras consideraciones, el reciente manifiesto Koiné defiende esencialmente el concepto territorio, con la consecuencia del catalán como única lengua del país y el bilingüismo como una anormalidad lingüística, y así afirma: “Hace falta que se entienda que uno de los mayores problemas de estado de la nueva república, quizás el más importante, será el problema lingüístico, porque afecta a la base misma de la cohesión social”. Por el contrario, el concepto persona defiende que esta postura no ha formado nunca parte del catalanismo hegemónico, ya que no tiene ni ha tenido el consenso de la mayoría de la población. Podríamos discutir hasta la eternidad y siempre resultaría interesante, pero lo más importante es que esta era una cuestión, al menos que yo recuerde, de la que en general se hablaba y escuchaba, pero que no había enfrentado seriamente a los habitantes de Cataluña y mucho menos cuestionado su cohesión social.

2. Más desapercibida, aunque simbólicamente no menos importante, es la noticia del nombramiento del nuevo presidente de la Audiencia de Barcelona, Antonio Recio. A esta plaza se presentaba también la magistrada Àngels Vivas y de ambos tenía que valorarse el mérito y la capacidad, no solo en abstracto, sino también en la experiencia para el desempeño del cargo. La magistrada tiene el número 159 del escalafón de la carrera judicial, algo importante, aunque no determinante; él ocupa el puesto número 1.359. Atendiendo a las bases de la convocatoria, era el primer mérito a valorar. Existían también otros conceptos, entre ellos la experiencia en cargos de gestión, algo esencial para el cargo de la presidencia. En esta línea, destacaba especialmente la trayectoria de la magistrada. Pero finalmente la plaza fue para el magistrado como consecuencia del voto conservador. No parece que deberían, desde luego, primar los criterios ideológicos, y tampoco debería haberse despreciado una buena ocasión para votar a una magistrada competente y con ello compensar, en materia de género, la profunda desigualdad en los cargos judiciales. Si añadimos que, además, Àngels Vivas fue una de los 33 jueces que firmó en Cataluña el manifiesto en favor del derecho a decidir, las dudas sobre el resultado de la elección se acentúan inevitablemente. Y así pienso que todavía nos queda mucho camino por recorrer y que la justicia es uno de los campos que necesita una profunda revisión. Y quizás también valdría la pena recordar la canción de Amparo Ochoa cuando decía: “Mujer, si te han crecido las ideas, de ti van a decir cosas muy feas”.

3. Finalmente, todo parece indicar que vamos a unas nuevas elecciones generales. En un artículo anterior me había expresado en sentido contrario, estaba convencida de que al final se impondría la sensatez y evitaríamos algo absurdo e incomprensible. Sin embargo, una vez más (salvo sorpresas de última hora), parece que mis pronósticos en política andan errados. Volverán los discursos en las campañas y mucho me temo que hablarán, y mucho, olvidando de nuevo el mensaje del pueblo. Vaya, que no saben, quieren, pueden escuchar.

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