Barcelona ya es París

Barcelona tiene un problema grave de vivienda. Es buena idea crear incentivos para que los arrendadores se mantengan cerca de un índice de referencia de alquileres, siempre que sea realista

Esther Vera
1 min
Moltes persones que no aconsegueixen vendre un pis han decidit últimament posar-lo al mercat de lloguer.

Falta poco para las diez de la mañana. Un grupo de personas, algunas con las camisetas verdes de la PAH, están concentradas en el Eixample de Barcelona. Córcega con paseo de San Juan. Una chica de unos treinta largos con una niña espera ser desahuciada de un piso de cien metros por el que pagaba, antes de quedarse en paro, 800 euros. El contrato está a nombre de su padre, y fue para cuidarlo que se trasladó a este piso. El propietario no le renueva el alquiler. Puede sacar mucho más.

Cerca de las cuatro del mismo día, no muy lejos, en una calle tranquila de Gracia, seis personas jóvenes visitan a la vez un piso de alquiler. Piden 1.200 euros. Está actualizado, tiene dos habitaciones y acceso a una parte de la azotea. La presión de las visitas conjuntas hace efecto. La primera chica, francesa, hace una paga y señal y reserva el piso. Dos visitantes más hacen ofertas más altas y de pagos por adelantado.

Barcelona tiene un problema grave de vivienda. En 1960 había 300.000 pisos de alquiler y en 2011, año del último censo, 206.000. La bajada salarial durante la crisis, la dificultad de acceso al crédito, la llegada de trabajadores extranjeros cualificados, los contratos de 3 años y la rentabilidad de los pisos turísticos favorecen un panorama de poca oferta, incremento de precios y expulsión de los vecinos habituales. Es buena idea crear incentivos para que los arrendadores se mantengan cerca de un índice de referencia de alquileres, siempre que sea realista. Intervenir en el mercado sería inútil. Pero la solución pasa por una política ambiciosa conjunta y prioritaria para crear un parque de alquiler social.

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