LA OBSERVADORA

Somos culpables

Me acuso también de querer separar el proceso de la lucha contra la corrupción. De defender que hay servidores públicos honestos

Esther Vera
4 min
Som culpables

Somos culpables, nos autoinculpamos. Votamos en el proceso participativo del 9-N. Sabíamos que no era un referéndum y que no sería vinculante, pero 2,3 millones de ciudadanos hicimos cola desde primera hora de la mañana en los colegios electorales abiertos por miles de voluntarios. Abuelos y jóvenes, familias, participaron ordenadamente en una jornada cívica completamente tranquila, a pesar de que tenía una alta carga emocional. Para los abuelos que recordaban las libertades perdidas y no recuperadas en plenitud y para los jóvenes que quieren elegir, también por lo que respecta a su país, cómo quieren vivir el futuro.

Somos culpables de creer que hay que pactar un referéndum y que la mejor herramienta de la política es el diálogo. Lo creíamos el 9-N de 2014 y lo creemos hoy, el día antes de que el presidente de la Generalitat cuando se convocó la consulta, Artur Mas; la vicepresidenta, Joana Ortega, y la consejera de Educación, Irene Rigau, deban sentarse ante el juez en el TSJC en un caso impuesto por un fiscal del Estado al que el poder político le torció el brazo sin ningún respeto mostrándole el camino de la dimisión.

El 9-N fue una bofetada para el gobierno del PP. Incrédulo, pensaba que los convergentes, a quienes consideraban en el fondo gente de orden que siempre había tenido un precio a la hora de pactar y al que siempre había pesado la responsabilidad de gobierno, flaquearían.

El gobierno Mas experimentó pronto cuáles eran las dificultades de convocar un referéndum en contra de la opinión del gobierno español. La inseguridad jurídica de los funcionarios se hizo evidente y las deserciones en la firma de la documentación se hicieron habituales. Pero el gobierno transformó el referéndum en un proceso participativo anclado en la ley de consultas, incierto y con urnas de cartón, pero que los ciudadanos se encargaron de convertir en un desafío político al Estado de primera magnitud. Para el orgullo de un gobierno imperial, las colas masivas y ordenadas y la rueda de prensa del 9-N por la noche de Mas en Montjuïc ante decenas de periodistas internacionales en cuatro idiomas durante más de una hora fueron intolerables.

En ese momento Fernández Díaz, entonces ministro del Interior y el hombre que "afinaba" complots con la fiscalía, aseguraba a sus interlocutores que se sentía engañado y que nunca más se repetiría una burla similar.

Mañana viviremos una nueva jornada épica, una de esas que la poca inteligencia política del gobierno español facilita al movimiento independentista. De las que logran reanimar a los más escépticos y a los más críticos con la política interna. Más de 40.000 personas han anunciado que apoyarán a los políticos que se la jugaron y previsiblemente serán inhabilitados y deberán responder a una eventual multa con su patrimonio personal. Merecen respeto y apoyo.

Mientras tanto, se habrá dado un paso más hacia el choque frontal. Sin hacer política y cerrando todas las puertas al contrincante político es imposible dialogar, y así vamos superando etapas desde la sentencia del Estatut.

Tribunales, guerra sucia y operaciones de la fiscalía reverberada por el aparato mediático siempre a disposición y en calendario oportuno.

Separar proceso y corrupción. Me acuso también de querer separar el proceso de la lucha contra la corrupción. De defender que hay servidores públicos honestos que son los primeros interesados en denunciar y desterrar cualquier práctica ilegal de la gestión del dinero público. De felicitar a jueces y fiscales cuando actúan independientemente contra la corrupción. De apoyar a aquellos políticos que no quieren prácticas clientelares. De pensar que el aparato del Estado hace operaciones de distracción que salpican a inocentes, pero que los jueces amenazan también a algunos presuntos culpables.

¿Y al día siguiente? Cuando tres personas, digamos que con perfil sociológico de orden, se sientan ante el juez por haber convocado una consulta popular, y miles están dispuestos a apoyarles en la calle un lunes, es que estamos agotando la vía de entendimiento y que comenzarán a premiar las posiciones más radicales, que quizás no serán las más inteligentes si el objetivo final es ganar la mayoría social imprescindible para convertir Cataluña en un país independiente.

Que los dioses te protejan de tiempos interesantes, dice un proverbio chino que en Cataluña desafiamos cada día desde hace algunos años.

Esta semana crecerá la tensión política y emocional. Muchos tendrán una razón más para apretar el acelerador. Otros verán que cada vez hay menos espacio para el diálogo. No podemos descartar la suspensión de la autonomía si se convoca el referéndum en cuanto al control de Interior, Mossos, y de Educación. La suspensión en términos económicos y financieros ya hace tiempo que se practica. Será momento de mantener la cabeza fría. El objetivo en tiempos democráticos es ganar mayorías que se expresen en las urnas, y éste debería ser el objetivo principal de toda acción política en Cataluña en este momento. En un momento u otro, se votará.

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