Joan Majó

Bombas e impotencia en la UE

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Bombes i impotència a la UE

La estación de metro de Maelbeek, en Bruselas, la he considerado siempre una estación fantasma. Durante los años que he pasado trabajando en las instituciones europeas me ha parecido una estación que pasa casi desapercibida, porque las escaleras no están en el centro de una plaza o en una esquina, sino medio escondidas en la entrada de una de las casas de la Rue de la Loi, y otros accesos están debajo de un puente. No creo que en los meses que hace que no la utilizo se haya hecho más visible. Pero ahora, de repente, desgraciadamente, se ha hecho famosa, ya que ha sido, junto con el aeropuerto, el escenario de unos crímenes que han provocado mucho dolor a mucha gente, y mucho miedo de cara al futuro.

Este episodio de terror se ha añadido brutalmente a otros acontecimientos, distintos pero también dolorosos, vividos últimamente: a la crisis griega y, sobre todo, a los intentos desesperados de personas para intentar llegar, sin conseguirlo, a la UE. Los escenarios geográficos han sido otros, pero también hemos tenido que mirar hacia Bruselas, porque allí se han tomado las decisiones.

No es exagerado decir que fue muy discutida la solución de la crisis griega, que ha sido muy criticada la actitud de la UE y de la mayoría de sus miembros ante la ola de refugiados, y que ha sido fuertemente rechazada la solución que está proponiendo a través del reciente acuerdo con Turquía.

Tanto la crisis griega como la de los refugiados, pero también las bombas del martes, ponen en evidencia las contradicciones de la construcción europea. ¿Cómo puede ser que la entidad que, unida, representa todavía la economía más importante del mundo, haya sido incapaz de resolver los problemas de estabilidad económica de una pequeña parte de su territorio? ¿Cómo puede ser que un espacio que es el primer mercado del mundo, donde viven, con un aceptable nivel de bienestar, casi 500 millones de personas, sea incapaz de aceptar y gestionar la acogida de uno o dos millones de refugiados? ¿Cómo puede ser que los máximos dirigentes de los estados europeos no hayan tenido ningún inconveniente en acceptar un acuerdo dudoso, transgrediendo valores éticos e incluso normas de derecho que son la base de la esencia de la civilización europea? ¿Cómo puede ser que no hayamos sido capaces de evitar los grandes niveles de frustración que se han creado en unas minorías de nuestras sociedades, y que han permitido su manipulación y radicalización? ¿Cómo puede ser que cueste tanto entender que combatir los terrorismos no es un tema de ejércitos y de metralletas, sino de recoger información, de compartirla, de analizarla, de intercambiar inteligencia y de organizar conjuntamente actuaciones de anticipación?

No tengo capacidad para responder a todas estas preguntas; pero quiero dar una pista a partir de una convicción: estamos ante un problema de impotencia. La actual UE es una organización impotente porque es una construcción que se ha quedado a medias. Lo explico una vez más.

La UE, en su origen, era una iniciativa con objetivos políticos, como claramente dicen los tratados fundacionales. Avanzaba, lentamente, pero avanzaba. Algunos miembros han dicho siempre que no la querían completar. Otros han dicho que sí, pero tal vez sólo lo dicen. Y algunos estaban decididos a hacerlo, pero parece que se hayan enfriado, o se hayan diluido en un conjunto demasiado numeroso y plural. El resultado es que no tiene ni la fuerza, ni la cohesión, ni los instrumentos para jugar el papel que le correspondería en un mundo globalizado frente a grandes potencias económicas y políticas.

Por eso ha vuelto al proceso de decadencia que se inició durante la primera mitad del siglo pasado y que se corrigió transitoriamente durante algunas décadas de la segunda mitad. Durante este periodo se pasó de un G-2 a un G-7, que después se amplió a un G-20, y que ahora está volviendo a un G-2 (pero con China en vez de Rusia). Se está perdiendo la oportunidad de un G-3 porque, aislados y dispersos, los estados europeos se están convirtiendo en impotentes y en residuales. Si observamos los problemas que nos están preocupando, tanto económicos como de seguridad y de ayuda externa, encontraremos una dimensión relacionada con esta situación.

La impotencia no es sólo de cara al exterior. Tenemos la unión comercial y, parcialmente, la monetaria, pero faltan la unión económica y la política. Por eso la UE no tiene los instrumentos que necesitaría. Delante de cada crisis ha faltado unidad, voluntad política, pero también instrumentos. Muchas competencias siguen en manos de los estados, que no las quieren ceder, sin entender que estos instrumentos en manos de un estado del siglo XIX pierden eficacia cuando los problemas tienen un alcance global.

Hemos creado una moneda única pero no hemos dotado a la UE de los instrumentos monetarios y fiscales que son imprescindibles para actuar ante las crisis económicas. El euro es un gran avance, pero sin una unión fiscal, un presupuesto de tipo federal y un Tesoro europeo, podría llegar a ser una trampa.

Hemos decretado la movilidad total de personas dentro de las fronteras de la Unión, pero hemos dejado en manos de los estados la competencia de ejercer las funciones de protección, de control y de acogida, necesarias en estas fronteras exteriores. Y no todos los estados tienen las mismas capacidades para hacerlo.

Hemos mantenido la voluntad de presencia y de influencia en otros continentes porque allí también se juegan nuestros intereses, pero no hemos establecido los mecanismos necesarios para tener posiciones políticas comunes respecto de los problemas globales. La UE no está presente en el Consejo de Seguridad de la ONU, y los estados europeos que la forman no tienen ninguna capacidad de influencia.

Me gustaría poder volver a bajar pronto las escaleras de Maelbeek y encontrar una estación flamante y reconstruida que sea el reflejo de una UE finalmente completada. Es evidente que esta construcción no se puede completar sin añadirle una dosis importante de democracia que acerque a los ciudadanos su funcionamiento y sus decisiones Pero esto pide otro artículo...

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